El huracán Patricia, Bartolomé de las Casas y la ciencia de los ciclones tropicales


Trayectoria del huracán Patricia, octubre 2015. Imagen de Wikipedia
Trayectoria del huracán Patricia, octubre 2015. Imagen de Wikipedia

El fin de semana pasado, el huracán Patricia acaparó las noticias en México y en otras partes del mundo. El huracán más poderoso en la historia del hemisferio occidental tocó tierra el viernes 23 de octubre en la costa del Pacífico de México. Aunque los daños resultaron cuantiosos en algunas zonas, la afectación fue mucho menor de lo que se había anticipado. La predicción del surgimiento y efectos de los huracanes es un asunto complicado, incluso con el conocimiento y la tecnología disponibles ahora. La predicción de las grandes tormentas era aún más difícil en 1502, cuando Don Nicolás de Ovando, comendador de Lares y gobernador de la isla de la Española, recibió una carta de Cristóbal Colón, Almirante de la Mar Océano.

El Gobernador estalló en ira al recibir la carta de Colón. La misiva solicitaba autorización para fondear en el puerto de Santo Domingo y además advertía que Ovando debía detener la partida de su flota de regreso a España, ya que se avecinaba una gran tormenta que podría destruirla por completo. El mes de junio de 1502 llegaba a su fin y Colón, en su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo, se había visto obligado a acercarse a Santo Domingo a pesar de la prohibición expresa de sus majestades los Reyes Católicos Isabel y Fernando. Una de las cuatro carabelas de su flota, la Santiago, resultó inadecuada para el viaje de exploración y el Almirante deseaba trocarla en Santo Domingo. Además, Colón lo sabía, se avecinaba una gran tormenta, uno de esos ciclones tropicales que hoy en día llamamos huracanes.

A sus 51 años, Colón era ya un avejentado explorador, y el dolor en sus articulaciones reumáticas era para él clara señal de la proximidad de una tormenta. Además, el cambio en la presión atmosférica, la marea inusitadamente alta, el viento ligero pero continuo y los cirros en lo alto del cielo eran todos ellos presagios de la borrasca. La impresionante puesta de sol, que cubrió de tonos rosados el firmamento entero, además de las decenas de delfines y focas monje que se pudieron ver en la superficie del mar confirmaron la sospecha: era inminente la llegada de una gran tormenta.

huracan 1502Colón conocía ya la devastadora potencia de los ciclones tropicales del Atlántico norte. En 1495, un huracán azotó La Isabela, la incipiente colonia que el Almirante había establecido en la costa norte de lo que hoy en día es la República Dominicana. En palabras de Pedro Mártir de Anglería, “hubo inaudito torbellino de Levante, que levantaba hasta el cielo rápidos remolinos, que conmovía las raíces de los más grandes árboles y los volcaba. […] y dicen que aquel año entró el mar tierra adentro más de lo acostumbrado, y que se levantó más de un codo.” Los edificios públicos y la residencia de Colón, edificados con piedra, sufrieron fuertes daños pero subsistieron al meteoro. El resto de las habitaciones, que cada poblador había tenido que construir con madera y hojas de palma, fueron destruidas por completo y La Isabela fue abandonada. Al año siguiente, Bartolomé Colón fundó Santo Domingo de Guzmán, asentamiento en la costa sur que se convirtió en la nueva capital de las Indias.

Ahora, a finales de junio de 1502, el gobernador Ovando leía en voz alta la carta de Colón a sus subalternos. Los marineros y pilotos de la flota de Ovando, según relata Fray Bartolomé de las Casas, “burlaron dello y quizá dél; otros lo tuvieron por advino; otros, mofando, por profeta, y así no curaron de se detener”. Ovando no solo negó a Colón el permiso para refugiar sus carabelas en Santo Domingo, sino que ordenó la inmediata partida de su flota de una treintena de naves colmadas con oro y otros tesoros rumbo a España. En los primeros días de julio, cuando apenas habían dejado atrás la punta oriental de La Española, los navíos de Ovando se toparon con los violentos vientos del noreste producidos por el movimiento del huracán. Más de una veintena de las naves se perdieron en el mar, otras encallaron en los bajos de la costa y apenas tres o cuatro pudieron regresar a salvo a Santo Domingo. Mientras tanto, Colón fondeó sus cuatro carabelas en una bahía cercana a Santo Domingo y logró salvarlas, a pesar de que los vientos del huracán rompieron las amarras de tres de ellas.

Bartolomé de las Casas
Bartolomé de las Casas

Con la flota de Ovando se perdieron los grandes tesoros que se habían enviado a España, incluyendo la pepita de oro más grande encontrada hasta esa fecha y el equivalente en oro de 200 000 castellanos. La única nave de Ovando que logró llegar a España, la Aguja, era la que transportaba el factor del Almirante, es decir, el porcentaje del tesoro que correspondía a Colón y su familia. Los 4 000 pesos en oro que iban en la Aguja fueron entregados en su totalidad a Diego Colón, el hijo del Almirante. Ante esto, los enemigos de Colón declararon que el Almirante, tal vez usando algún tipo de hechicería, había provocado el huracán.

Esta acusación, y la idea de fondo de que algunos fenómenos sobrenaturales pueden provocar o detener tormentas, fueron rebatidas unas décadas después por Fray Bartolomé de las Casas. Incluso hace 500 años no era necesario ser hechicero, adivino o profeta para prever la venida de un ciclón tropical o para predecir sus terribles efectos. Fray Bartolomé, comentando sobre el episodio del huracán de 1502, escribió:

Y para esto, es aquí de saber que no es menester ser el hombre profeta ni adivino para saber algunas cosas por venir, que son efectos de causas naturales, sino basta ser los hombres instruidos y doctos en filosofía natural o en las cosas que por la mayor parte suelen acaecer tener experiencia. De los primeros son los astrólogos, que dicen, antes muchos días que acaezcan, que ha de haber eclipses, porque teniendo ciencia de los cursos y movimientos de los cuerpos celestiales, que son causas naturales de los eclipses, conocen que, de necesidad, de aquellas causas han de proceder aquellos efectos. […] De los segundos son los marineros que han navegado muchas veces, por las señales naturales que por la mar en el ponerse o salir el sol de una o de otra color, en la mudanza de los vientos, en el aspecto de la luna, que vieron y experimentaron muchas veces. […] Y así, como el Almirante destas causas y efectos y señales, de haberlas visto infinitas veces, tuviese larguísima experiencia, pudo conocer y tener por cierta la tormenta.

Hoy en día, la ciencia y las tecnologías de detección y monitoreo nos permiten conocer con mucha anticipación la aparición y evolución de los ciclones tropicales, así como prever sus posibles efectos. El huracán Patricia fue el ciclón tropical más intenso en la historia del hemisferio occidental, esto basado en la máxima velocidad sostenida de sus vientos (325 kilómetros por hora) y en la muy baja presión barométrica en su ojo (879 milibares o hectopascales). Entró a tierra en Cuixmala, Jalisco, a las 18:15 horas del 23 de octubre de 2015. La población en la costa occidental de México tuvo oportunidad de prepararse gracias a que el fenómeno se monitoreó con gran detalle desde su formación como área de baja presión el 14 de octubre. El seguimiento se hizo más detallado a partir de la transformación del meteoro en tormenta tropical (y su bautizo como “Patricia”) el día 21 y especialmente desde su repentina intensificación en las últimas horas del día 22 hasta alcanzar la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, unas horas antes de su entrada en tierra.

El huracán Patricia. Imagen: NASA
El huracán Patricia. Imagen: NASA

A pesar de que entre el paso a categoría 5 del huracán y su entrada a tierra transcurrieron menos de 24 horas, se tomaron extensas medidas preventivas. Estas, y el hecho de que el ojo del huracán penetró a tierra en una zona comparativamente poco poblada hicieron que las afectaciones fueran muy bajas en comparación con las expectativas que se tenían sobre los posibles efectos catastróficos de un huracán categoría 5. El recuento de los daños está aún en proceso, pero se sabe ya que no hubo muertes directamente atribuibles al fenómeno y que los daños, que ciertamente en algunos casos fueron de gran magnitud, se restringieron a una pequeña área cercana al punto de entrada del huracán.

En contraste, el llamado “Gran Huracán” o “Huracán México” de 1959 que tomó desprevenida a la población cuando entró de lleno cerca de Manzanillo, Colima, causó alrededor de 1800 muertes y daños en las poblaciones y en las áreas de cultivo que tomaron años en repararse. Los periódicos de la época recalcaron el dato de que 800 de los 1000 habitantes del pequeño poblado de Minatitlán, en Colima, murieron o desaparecieron durante el paso del huracán. También se habló de comunidades que permanecieron semanas enteras completamente incomunicadas por la destrucción de los caminos y el colapso de los servicios de electricidad y comunicaciones. Por los daños ocasionados se piensa que el Gran Huracán de 1959 pudo haber tenido una intensidad equivalente a la de un huracán de categoría 5, pero en la época no existían los instrumentos necesarios para medir ni la velocidad máxima sostenida del viento ni la presión en el ojo del huracán.

El huracán Patricia es demasiado reciente como para entender todas las razones que hicieron que el fenómeno no tuviera el efecto catastrófico que se esperaba, similar o mayor al del huracán de 1959. La disponibilidad de información y la cultura de prevención de desastres que en años recientes se ha desarrollado en México fueron, sin duda, factores que contribuyeron en forma importante a disminuir los efectos negativos del huracán. Los avances en los estudios científicos sobre el origen y el comportamiento de los huracanes permiten hoy en día contar al menos con unas horas o unos pocos días para que la población pueda prepararse y así disminuir considerablemente la magnitud de las afectaciones y la tasa de pérdida de vidas humanas.

Hoy en día, igual que en los tiempos de Fray Bartolomé de las Casas, no necesitamos invocar fenómenos sobrenaturales para predecir o aminorar el efecto de los desastres naturales. Gracias a los “hombres [y mujeres] instruidos y doctos en filosofía natural”, es decir, gracias a los científicos, no necesitamos la intervención de adivinos, profetas, hechiceros u otros charlatanes para estar preparados ante los desastres naturales.

Referencias
Casas, fray Bartolomé de las. (1965) Historia de las Indias, libro II. México, D.F., Fondo de Cultura Económica.
Morison, S. E. (1991) El Almirante de la Mar Océano. Vida de Cristóbal Colón, 2 edn. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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2 respuestas a “El huracán Patricia, Bartolomé de las Casas y la ciencia de los ciclones tropicales”

  1. Ya extrañabamos el blog. Felicidades! Parece que el ojo de este huracán (Patricia) era relativamente pequeño y eso puede haber influido para que perdiera fuerza rápidamente.
    Por cierto, ojalá pronto se cambiara la costumbre de usar nombres de personas para los huracanes. Los asiáticos usan nombres de animales.

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